miércoles, 10 de mayo de 2017

El desafío de una ciudadanía digital responsable - Dra. Carina Lion

Carina Lion es Dra. en Educación, especialista en Tecnología Educativa y profesora de nuestro Instituto donde dicta el seminario "Tecnología en las aulas". En esta oportunidad, reflexiona en torno al juego ruso conocido en los últimos tiempos como " la ballena azul" y la importancia del ejercicio de una ciudadanía digital responsable.




Desde nuestra posición pedagógica, nos hemos posicionado, de manera constante, en el valor de las tecnologías para la construcción del conocimiento en los escenarios culturales contemporáneos. La relevancia de aprender en red; de mediar en los procesos cognitivos frente a los fenómenos de big data en Internet; de proponer estrategias de enseñanza que inspiren e inviten a crear a partir de la información dada; entre otras cuestiones que hemos destacado en los últimos años.

En esta ocasión, nos parece relevante tomar otra dimensión de las tecnologías y es la que refiere a la ciudadanía digital. Esta ciudadanía es parte sustantiva de lo que nos toca vivir tanto en las escuelas como en la sociedad, y en nuestro núcleo familiar. Pero, ¿qué implica la ciudadanía digital?

En los últimos meses nos hemos encontrado frente a un fenómeno complejo: el juego de la Ballena Azul; una tendencia de la red social rusa planteada como desafíos cada vez más difíciles y controversiales. Estos desafíos rondaban alrededor de un daño corporal y otro tipo de heridas autoinflingidas hasta suicidios filmados. Al tratarse de un juego en red; mucho de lo que acontece, sucede en las relaciones entre los jugadores; en este caso, entre administradores del juego y jugadores en tanto podían aparecer nuevos desafíos no anticipados en función de los perfiles de los jugadores. En este sentido, en función también de su vulnerabilidad y de sus propios límites: hasta dónde eran capaces de llegar los jugadores y las jugadoras en su osadía frente a los retos y en su sumisión frente a los “castigos” (por ejemplo: Despertar las 4:20 de la mañana y subir a la azotea de un edificio, entre más alto mejor; cortarse el labio; pincharse la mano con una aguja varias veces; encontrar un puente y pararse en el borde; Saltar desde la azotea de un edificio alto; suicidarse, como reto número 50). Este juego indujo a algunos suicidios u hospitalizaciones severas, especialmente en la franja etaria de menores de edad adolescentes; una edad que es en general difícil de transitar y en la que los y las jóvenes se interrogan acerca del sentido de la vida, de la sociedad, la incomprensión familiar.

Este fenómeno nos obliga a adoptar medidas drásticas que se vinculan con la obligación de conocer a qué y cuándo juegan los jóvenes; con quiénes se vinculan los niños y las niñas; qué hacen con sus dispositivos móviles. Es un tema sensible sobre todo en la adolescencia donde son “guardianes de su privacidad”. No obstante; es parte sustantiva de nuestra educación enseñar a elegir; a decidir; con criterios de seguridad informática y en términos de una ciudadanía digital responsable. Esta ciudadanía implica un cuidado por nosotros/as mismos/as. En una sociedad como la nuestra en la que los temas de seguridad no están saldados ni mucho menos; las jóvenes se mueven con temores por las calles; las redes son lugares de reclutamientos perversos; es hora de concientizarnos acerca de cómo podemos educarnos para que estas cuestiones se reviertan. Esto debiera derivar en una posición no solo de reacción y de espanto frente a lo que sucede sino de proactividad y de educación: ser ciudadanos digitales en estos escenarios actuales implica tomar las riendas; estudiar qué sucede en las redes sociales; habitar los espacios en los que nuestros/as hijos/as están; dialogar con ellos/as sobre sus intereses; con quiénes conversan, juegan; a quiénes envían sus videos por Snapchat; qué tipo de fotos suben en Instagram, y demás acciones que si bien son de “ellos/as”, también son nuestras.