martes, 28 de noviembre de 2017

El desafío de ser maestro. La responsabilidad de arriesgar. Por Luis Iglesias

En esta oportunidad, les acercamos un texto de un grande: el maestro Luis Iglesias. Este texto y este autor es parte de la bibliografía del seminario virtual que está finalizando, "Los Niños del Siglo XXI" Es un un texto que nos convoca a reflexionar sobre nuestro rol docente.
Lo compartimos porque creemos que es necesario leer a Iglesias en nuestra formación docente continua, reflexionando sobre lo que dijo hace ya tiempo atrás pero que tanto nos sirve hoy.

Sobre el autor...
Luis Iglesias nació en la provincia de Buenos aires en 1915 y falleció recientemente. Se desempeñó como maestro único en la escuela Rural Unitaria Nº 11 de Tristán Suárez, provincia de Buenos Aires durante 20 años y reunió sus experiencia en varios libros, entre ellos: La escuela rural unitaria, Diario de ruta: los trabajos y los días de un maestro rural, Didáctica de la libre expresión, entre otros.




El desafío de ser maestro. La responsabilidad de arriesgar. 

Si tuviera que definir, en unas pocas palabras, el papel del maestro en la educación, utilizaría las siguientes: movimiento, lucha, cambio, transformación, creación, transmisión. Mi práctica pedagógica tuvo esa intención, se encaminó hacia ese desafío: convertir a la escuela en un lugar donde los chicos y yo no nos sintiéramos sofocados por la coerción y el desaliento. Para que eso suceda, es necesario alejarse de la infinita repetición o acatamiento de lo que ya está. Sólo el riesgo de afrontar nuevos caminos con responsabilidad permite enseñar a pensar. Aprender es aprender a pensar. Por lo tanto, reducir la enseñanza a la mera transmisión de información no hace más que coartar las capacidades intelectuales y creativas de los educadores y los educandos. En definitiva, si maestro y alumno se transformaran en engranajes de una máquina podrán fabricar hombres y mujeres cultos, inteligentes y prestigiosos; pero de esta forma siempre resignarán la posibilidad de formar personas capaces de pensar y crear escuelas nuevas. Y por qué no decirlo: una enseñanza estandarizada y rutinaria claudicará a la posibilidad de crear un mundo nuevo. 
Pensar la práctica pedagógica no implica sólo pensar en los niños, es una de las maneras que el maestro tiene para crecer y conocerse a sí mismo. Los caminos que ofrece esta tarea son – por lo general – variados, múltiples, imprevisibles y difíciles. En este sentido, la forma en cómo nos pensamos como docentes, en cómo nos apropiamos de nuestra práctica será definitoria. No hay una concepción pedagógica a la cual hay que amoldarse, y quizás por eso es necesario arriesgar y quizás es también por eso que sea difícil y apasionante. Ser maestro implica, fundamental y esencialmente, ser una persona que piensa, reflexiona y decide. La misión del maestro debe tener, entonces, un sentido humanista y liberador. Son esos condimentos lo que permiten que el educador se encuentre con sus alumnos en los caminos de la expresión, la creatividad y la manifestación de sus vivencias y pensamientos.
La labor del maestro es inevitable e insustituible. No hay sistema, programa ni método que pueda con la imprescindible necesidad de tener un maestro frente a los alumnos. Y es en ese sitio donde debe cumplir, sin excusas, la irrevocable misión de enseñar. Casi está de más decirlo, pero el educador debe ser incontrastablemente eficiente. Esto no significa terminar el programa en los tiempos establecidos, o hacer todo lo que dicen que se debe hacer. Ser eficiente implica hallar o inventar recursos propios e instrumentos que permitan crear las condiciones para enseñar y aprender. Éste es, tal vez, el modo más valiente de buscar esa eficiencia. Porque no hay buenos resultados sólo, con la implementación de recetas que indiquen qué se debe hacer en cada situación o cómo se debe reaccionar ante la eventualidad de lo imprevisible.
El desafío del maestro es buscar la eficiencia en la particularidad de su aula, de sus alumnos de sus adversidades y de sus posibilidades. En el manejo peculiar de estos factores está buena parte de la responsabilidad del maestro, siempre y cuando éste pretenda que su tarea esté empapada de libertad, autonomía y creación. Eso, sin dudad, es concebir a la enseñanza en un camino liberado de restricciones caprichosas y hacerla proclive a una inventiva que busque la eficiencia en el momento de enseñar y de aprender. 


Iglesias, Luis F.( 2004 ) Confieso que he enseñado. Editorial Papers Editores. Buenos Aires,

miércoles, 10 de mayo de 2017

El desafío de una ciudadanía digital responsable - Dra. Carina Lion

Carina Lion es Dra. en Educación, especialista en Tecnología Educativa y profesora de nuestro Instituto donde dicta el seminario "Tecnología en las aulas". En esta oportunidad, reflexiona en torno al juego ruso conocido en los últimos tiempos como " la ballena azul" y la importancia del ejercicio de una ciudadanía digital responsable.




Desde nuestra posición pedagógica, nos hemos posicionado, de manera constante, en el valor de las tecnologías para la construcción del conocimiento en los escenarios culturales contemporáneos. La relevancia de aprender en red; de mediar en los procesos cognitivos frente a los fenómenos de big data en Internet; de proponer estrategias de enseñanza que inspiren e inviten a crear a partir de la información dada; entre otras cuestiones que hemos destacado en los últimos años.

En esta ocasión, nos parece relevante tomar otra dimensión de las tecnologías y es la que refiere a la ciudadanía digital. Esta ciudadanía es parte sustantiva de lo que nos toca vivir tanto en las escuelas como en la sociedad, y en nuestro núcleo familiar. Pero, ¿qué implica la ciudadanía digital?

En los últimos meses nos hemos encontrado frente a un fenómeno complejo: el juego de la Ballena Azul; una tendencia de la red social rusa planteada como desafíos cada vez más difíciles y controversiales. Estos desafíos rondaban alrededor de un daño corporal y otro tipo de heridas autoinflingidas hasta suicidios filmados. Al tratarse de un juego en red; mucho de lo que acontece, sucede en las relaciones entre los jugadores; en este caso, entre administradores del juego y jugadores en tanto podían aparecer nuevos desafíos no anticipados en función de los perfiles de los jugadores. En este sentido, en función también de su vulnerabilidad y de sus propios límites: hasta dónde eran capaces de llegar los jugadores y las jugadoras en su osadía frente a los retos y en su sumisión frente a los “castigos” (por ejemplo: Despertar las 4:20 de la mañana y subir a la azotea de un edificio, entre más alto mejor; cortarse el labio; pincharse la mano con una aguja varias veces; encontrar un puente y pararse en el borde; Saltar desde la azotea de un edificio alto; suicidarse, como reto número 50). Este juego indujo a algunos suicidios u hospitalizaciones severas, especialmente en la franja etaria de menores de edad adolescentes; una edad que es en general difícil de transitar y en la que los y las jóvenes se interrogan acerca del sentido de la vida, de la sociedad, la incomprensión familiar.

Este fenómeno nos obliga a adoptar medidas drásticas que se vinculan con la obligación de conocer a qué y cuándo juegan los jóvenes; con quiénes se vinculan los niños y las niñas; qué hacen con sus dispositivos móviles. Es un tema sensible sobre todo en la adolescencia donde son “guardianes de su privacidad”. No obstante; es parte sustantiva de nuestra educación enseñar a elegir; a decidir; con criterios de seguridad informática y en términos de una ciudadanía digital responsable. Esta ciudadanía implica un cuidado por nosotros/as mismos/as. En una sociedad como la nuestra en la que los temas de seguridad no están saldados ni mucho menos; las jóvenes se mueven con temores por las calles; las redes son lugares de reclutamientos perversos; es hora de concientizarnos acerca de cómo podemos educarnos para que estas cuestiones se reviertan. Esto debiera derivar en una posición no solo de reacción y de espanto frente a lo que sucede sino de proactividad y de educación: ser ciudadanos digitales en estos escenarios actuales implica tomar las riendas; estudiar qué sucede en las redes sociales; habitar los espacios en los que nuestros/as hijos/as están; dialogar con ellos/as sobre sus intereses; con quiénes conversan, juegan; a quiénes envían sus videos por Snapchat; qué tipo de fotos suben en Instagram, y demás acciones que si bien son de “ellos/as”, también son nuestras.



jueves, 9 de febrero de 2017

La flexibilidad como actitud


Extraído del libro“Conduciendo la escuela” (2003, Novedades Educativas) escrito por la Lic. Delia Azzerboni, docente de nuestro Instituto y la Lic. Ruth Harf

El imaginario social de hace algunas décadas conformó al directivo como un ser omnipotente, omnipresente, autoritario e inflexible. Hoy se lo ve como un profesional que ejerce su liderazgo situacional experto y con posibilidad de adecuarse a las circunstancias. Del directivo se espera flexibilidad.

La flexibilidad es la capacidad que el directivo y la institución tienen para adecuarse a diversos puntos de vista, nuevas interpretaciones de la realidad, nuevas maneras de abordar las cosas.

1. Ser flexible significa redefinir las modalidades de comunicación establecidas en una institución.

· Los diálogos y la circulación de información, la emisión y recepción de opiniones no intentan simplemente combatir aquello con lo que no están de acuerdo, sino que sirven a los fines de llegar a un acuerdo.

· Manejar opiniones y expresiones valorativas de tal manera que no sean consideradas como el único parámetro de verdad. Aceptar la posibilidad de otras miradas igualmente valiosas y pertinentes. Esta aceptación de la posibilidad de nuevas miradas y enfoques debe manifestarse en el lenguaje empleado: las frases terminantes llevan a respuestas cerradas y terminantes. Las frases que exponen dudas o falta de certeza absoluta abren caminos de controversia.

· Podríamos hablar de dogmatismo verbal y democracia verbal. Frases como “Cualquier estúpido se da cuenta de que esta es la mejor opción” es una forma de “encerrar” a quien escucha. Una alternativa se pone de manifiesto en expresiones como: “Podría ser que…”, “desde algunos puntos de vista….”, etc.

2. Ser flexible significa tener una orientación hacia la indagación.

· Buscar información pertinente para analizar las situaciones y tomar decisiones adecuadas.

· Muchas veces, por no indagar lo suficiente, hay tendencia a basarse en la intuición, el golpe de vista, el olfato. Estas aproximaciones ni siquiera capitalizan las fuentes de información existentes en la institución; suponen que es perder el tiempo indagar opiniones, saberes y experiencias de diversos actores institucionales.

3. Ser flexible significa tolerar la imprecisión y la vaguedad, saber que no siempre hay una solución clara y definida para todos los problemas, que hay situaciones confusas e incluso, que hay situaciones equívocas.

¿Qué quiere decir manejarse con la imprecisión y la vaguedad?:

· En primer término: aceptar su existencia.

· Es comprender que las acciones resultantes de esta imprecisión y vaguedad pueden brindar oportunidades de cambio.

· Las cosas no son “blancas o negras”, tratar de enfrentarlas pensando desde un primer momento, ante las situaciones que aparentemente se nos presentan con claridad: “¿De qué otro modo pueden ser consideradas, analizadas, miradas?” Proponerse otra mirada sobre los problemas puede llevar a la elaboración de respuestas o soluciones alternativas.

· Aceptar el “doble sentido” o la “doble vía”: que hay cosas que simultáneamente son útiles y pertinentes y que no lo son. Que hay cosas que son a la vez positivas y negativas, o blancas y negras al mismo tiempo.

· La flexibilidad consiste en manejar estos aspectos y considerar que la imprecisión y la vaguedad son parte inherente de la vida institucional y no un defecto a ser evitado. Que sean consideradas “naturales” no necesariamente debe convertirlas en “deseadas”.

· Esta imprecisión y vaguedad depende muchas veces de quien está mirando la situación; para otros integrantes esa misma situación puede ser calificada como “rotunda y transparente”. Por lo tanto, muchas veces el modo de valorar una situación o el tipo de conclusiones a las que se arriba depende de la “mirada del observador”.

4. Ser flexible implica tender a encontrar un equilibrio mayorante –es decir cada vez más complejo cualitativamente- entre lo instituido y lo instituyente.

· Cuando las formas de funcionamiento habituales actúan rígidamente se transforman en fuertes bloqueos que, más que orientar, inmovilizan cualquier actitud enfocada hacia la creatividad, la innovación o incluso a la toma de decisiones pertinentes.

· Cuando de un funcionamiento que obstaculiza o potencia el desempeño de los actores, no podemos ejemplificarlo porque hay que analizar en cada escuela en particular, cada “cultura institucional”; estamos hablando de elementos profundamente enraizados en la misma.

Esta tendencia a la búsqueda de equilibrio implica resistirse a todo tipo de “bloqueo cultural”. Es tratar de instalar una mirada creativa, es comprender que los procesos de cambio incluyen tanto la conservación de lo valioso, como la constitución de un trampolín o plataforma para crear e innovar.

Recordemos, en el siglo XXI, en un mundo globalizado, cambiante y complejo, la realidad institucional es vivida y percibida por sus integrantes como imprecisa, indeterminada, incierta, contingente y diversa. Por tal razón la flexibilidad es la actitud requerida para abordar, comprender e intervenir en esas situaciones imprevistas.